Reflexiones Sobre el Arte Abstracto.
ARTE ABSTRACTO de Jorge Galeano Muñoz, Montevideo 1979 (97 páginas).
Quien enjuicie este libro habrá de ser crítico de arte o docto en estética. Habrá de poseer cultura artística dilatada, adiestramiento sensorial ante la tela o la escultura, memoria para las tradiciones estilísticas. Habrá de dominar el desarrollo histórico de las diversas escuelas y la formulación del pensamiento estético expresivo asistido por una sensibilidad alerta, una inteligencia rigurosa y una rara pasión por el ritmo verbal y por la exactitud de las ideas.
¿Un ser imposible? ¿Alguien que aún no ha nacido? Tal vez sea así, o tal vez ya ha nacido, y ya está entre los suyos, y los suyos no le han reconocido todavía. Mientras el punto se discute, y aguardamos el criterio necesario, habremos de resignarnos a la humilde arrogancia de la reseña informativa. Sobrelleva todos los riesgos imaginables, pero es capaz de justicia: fomentar la difusión del libro que merece atención pública. Y “Arte Abstracto”, de Jorge Galeano, es ese libro.
Ya señalamos, en otras notas, la infrecuencia del ensayo en nuestro medio, y en estos tiempos. Más infrecuente aún ha de ser el ensayo estético, la obra meditada que examine los problemas del arte contemporáneo con alcance universal. De poco valdría recordar ejemplos ilustres: Torres García o Pedro Figari son de otro tiempo. En el hoy estricto, el libro de Galeano (quien es conocido por su trayectoria en el campo de las disciplinas psicológicas) puede inscribirse sin escándalo en ese rubro generoso y flexible del ensayo.
Ilustrados por 57 fotografías de Carlos Domínguez, acompañados por una bibliografía en la cual figuran 32 títulos (no faltan para tranquilidad de los nostálgicos, Aristóteles, Pascal o Hegel) los diez capítulos representan –más allá de su infrecuencia- un verdadero esfuerzo. En primer término, esfuerzo de justificación: “escribir sobre Arte Abstracto”, indica Galeano, “pude parecer algo superfluo, un arabesco de la inteligencia en un mundo que se agita por otras cosas”. No obstante, la sola existencia del arte abstracto ya indica que “está comprendido en la peripecia del hombre e inscripto en la historia de la sociedad en que vive”. Sin alterar el curso investigador de su tarea, y sin descuidar la especulación en torno al concepto mismo de arte abstracto, Galeano considera –con oportuno equilibrio- los lazos entre arte y sociedad, entre los rasgos de la época y la fisionomía de las manifestaciones artísticas.
En segundo término, esfuerzo en procura de una definición. ¿Qué es el arte abstracto?: todo el ensayo de Galeano se desarrolla a partir de esa pregunta implícita. El esfuerzo adquiere el carácter de una sistematización, de un ordenamiento, y de una conclusión. Con independencia de los resultados, es siempre admirable observar a los hombres empeñados por esclarecer realidades y por forjar o descubrir –dos formas, al fin, de la creación intelectiva- los conceptos y las teorías, Galeano admite la dificultad de ese intento. Pero dificultad no quiere decir imposibilidad o parálisis. El texto se inicia con la delimitación de arte abstracto, capitulo en el cual lo abstracto en el arte se revela como referido a la intención del artista y a los elementos plásticos, sin oponerse a la realidad de la naturaleza ni a lo figurativo. Las alteraciones de la figura, expresa Galeano, no son abstracciones por si mismas; la pintura simbólica e imaginaria, tampoco. El capítulo segundo enfrenta el problema de la definición. Allí Galeano establece tres puntos básicos: a) “el Arte Abstracto es la intención de privilegiar los “elementos” del campo de la plástica”; b) “el Arte Abstracto es una relación, tensionada o libre, de los elementos plásticos”; c) “el Arte Abstracto es la búsqueda intencionada de una estructura”.
Los restantes capítulos examinan los conceptos de materia, figura y figuración, consideran el arte abstracto propiamente dicho el arte primitivo e infantil, las etapas del arte abstracto, las constancias plásticas, las nociones de composición, construcción y estructura. El último capítulo declara que el arte abstracto no es una culminación ni el objetivo de todos los artistas, ni lo que por si mismo califique sus obras en buenas o malas, actuales u obsoletas. Eso si, la postura abstracta supone un esfuerzo teórico importante e ineludible apartado de la “inspiración ingenua” o de la “espontaneidad creativa”.
Concluye el libro con un resumen de lo expuesto, cuyo análisis minucioso y demorado bastaría tal vez para mostrar la jerarquía de todo el trabajo, Galeano analiza los problemas del arte contemporáneo, su terminología, sus caracteres y sus vínculos con la sociedad y el hombre actual. Pero nada impediría analizar el estilo ensayístico de Galeano. Yo recomendaría ese brevísimo texto de cinco puntos que oficia de resumen. Entonces se vería que el autor no ha dejado nada librado a la improvisación, que la construcción sintáctica de estructuras similares o paralelísticas indica una seguridad discursiva aliada a una “voluntad de forma” permanente; que el empleo anafórico de las definiciones alude a una organización íntima del pensamiento que busca –y encuentra- la fórmula de una destilación; y que al parecer de la lectura surge –en libros de esta índole- gracias al movimiento mismo del pensamiento a esa ideación que se desenvuelve ante nosotros como un juego de encadenamientos, demostraciones y correspondencias.
No ignoro la ilicitud de estas observaciones, pero nadie las confundirá con el pronunciamiento o el juicio de aquel crítico que esbozamos líneas arriba, o simplemente, de los críticos de arte admitidos como tales. Son, apenas, las impresiones primeras de un lector entusiasta. Frente a la existencia del libro, ese lector comprende que su deber no es emitir juicios, sino quebrar y reducir el silencio.
Gabriel Araceli