Entrevista de Daniel Viglietti



A continuación transcripción de esta misma entrevista.

La búsqueda de una transparencia

- La medicina, la docencia, la plástica, son algunas de las principales facetas de tu actividad. Si tuviera que decir, en ese plano, a quién estoy entrevistando…
- ¡Ah!... A un ciudadano, a Jorge Galeano, un hombre igual a todos. Un hombre que sufre, que vive, que se alegra igual que todos.
- En el terreno docente, por ejemplo, ¿Qué sientes al haber retomado tus cursos en el Hospital de Clínicas?
- En el momento en que los militares entraron por una puerta, por esa misma puerta salí yo. En el momento en que los militares se fueron, más de diez largos años después di mi primera clase.
-¿Dónde?
- En la Clínica Psiquiátrica del Hospital de Clínicas, invitado por el profesor Probst.
- ¿En qué consisten tus clases?
- En no limitarme solamente a la enseñanza de los síntomas psiquiátricos, sino a enseñar tratos humanos. Si pudiéramos enseñar tratos humanos a los especialistas en el trato, bueno, diría “Huy, que contento me siento!...”. El otro día les decía a los muchachos en la clase que no soy un erudito, ya que ahora leo lo que me interesa y extraigo lo que me importa. Me he transformado en un arbitrario… (risas). El artículo que me interesa es el que puede enriquecer mi docencia.
- ¿Cuáles consideras las fuentes más válidas en tu docencia?
- Las derivadas de la antropología cultural, el psicoanálisis, la fenomenología y el existencialismo, puesto que son las disciplinas que ubican al hombre como problema. El hombre ante nosotros es una incógnita a resolver. No a resolver llenándolo de respuestas, ya que eso no implica solución.
- Seguir preguntándose…
- Preguntando y haciendo que el hombre se interrogue. Que el paciente transforme sus problemas en asuntos a resolver junto conmigo, junto al terapeuta, pero no en base a marcos referenciales sino a cómo va elaborando su drama existencial a través de las entrevistas. El hombre enfrentado a su existencia como coyuntura en la que protagoniza su vida.
- ¿Qué sentías a no poder dictar cursos durante tanto tiempo?
- En este largo período de ostracismo lo que más extrañé fue el diálogo con los jóvenes, trabajar con ellos y formarlos. Esta emoción no es sustituíble con nada.
- Desde lejos percibíamos que, en aquellos años, todo diálogo fecundo se le impedía a la sociedad en su conjunto…
- Ese período siniestro de nuestra historia se jugó en términos tales que no se trataba de sutilezas. Era entre la brutal deshumanización encabezada por los militares y la sufriente naturaleza humana representada por algunos sectores de la población que fueron los más castigados y los más hostigados. Reducían al hombre a la impotencia, y al hombre impotente, maniatado, encapuchado, le daban cuanto podía alimentar el alma aprisionada.
- ¿Qué sentido le das a ese período?
- Pienso que si pudiéramos darle un sentido a estos quince años que hemos pasado, fue el de poner entre la espada y la pared al sujeto humano para que se defina. Todo esto cuestiona al hombre en su naturaleza, transformándolo en constructor o destructor de sí mismo. Lo podrán matar, pero fíjate que una de las condiciones de la tortura es que no muera el torturado, porque lo que importa es deshacer su persona, destruir lo humano de la humanidad. Lo que siento como muy grave es que todo esto pueda pasar impunemente, detrás de un aparente debate en el que sólo cuentan los equilibrios pactados y las intenciones traicionadas de un pueblo que contribuyó a la instalación de la democracia.
- Esa etapa ha dejado lesiones a diferentes niveles…
- Es cierto que hay lesiones sufridas, pero hay salud adquirida, hay conciencia adquirida. Y, en lo que me es personal, pienso que es importante toda actividad que propenda a que el hombre se encuentre consigo mismo y se desarrolle consigo mismo.
- Tu actividad está, sin duda, enfocada hacia eso…
- El aspecto profesional de psiquiatra, obviamente que está centrado en la defensa del hombre. Nosotros trabajamos en la trastienda de la humanidad, en el espectáculo más hermoso y dramático: el del hombre transparente. Aquí sentado, en la otra parte del escritorio, está el gran industrial, pero en ropas menores. El más encumbrado, también despojado de oropeles, transformado en ser sufriente. La medicina se humaniza en la trastienda del hombre, despojado de sus ropajes y enfrentado a su drama. Esto, aunque es lo fundamental, no es privativo de la psiquiatría, sino que es universal para todo ejercicio de la medicina.
- Más allá de las soluciones particulares a ese tipo de problemas, cabe plantearse el tema de la socialización de la profesión.
- El pensamiento contemporáneo le debe al psicoanálisis tanto como le debe a la dialéctica. La dialéctica, que si tenemos que poner nombre se origina en Hegel, da una apertura hacia la dialéctica del drama del sujeto en su vertiente psicológica, y así aparece el psicoanálisis. Es la dialéctica del pensamiento. Por otra parte, la dialéctica materialista de la historia aparece con Marx. Y en este momento las ideas marxistas y las ideas freudianas son las que han fecundado el pensamiento contemporáneo. ¿A cuántos ha beneficiado el psicoanálisis? El problema no es a cuántos ha beneficiado el tratamiento directo, sino considerar la influencia global del psicoanálisis en la mentalidad de nuestro tiempo. El ejercicio mismo del psicoanálisis tiene sus restricciones y tiene sus graves problemas. En nuestro contexto social, con su sistema asistencial, dificulta grandemente el ejercicio del psicoanálisis. Por esta razón se ha planteado el análisis grupal, que permite acceder a esta técnica a un gran número de personas. Te citaría, como ejemplo, el psicoanálisis individual y grupal a estudiantes de medicina y pacientes psicóticos, que iniciamos hace varios años en el Hospital Vilardebó. Actualmente, éste es uno de los objetivos de la Clínica Psiquiátrica. Otro campo de acción del psicoanálisis son los grupos de estudio, que es una forma de difusión y de docencia importante. Por otra parte, también se han hecho esfuerzos para incorporarlo a la enseñanza universitaria corriente. Pero, en un sentido general, creo que actualmente todos piensan dentro de los grandes lineamientos del psicoanálisis, es decir, el hombre no hecho a la medida de Dios, ni deshecho en la medida de su convivencia con el mundo, sino el hombre haciéndose en el mundo, con sus conflictos y sus éxitos, con sus alegrías y tristezas. La vida nos va haciendo. Logros y fracasos nos van haciendo en el mundo. Y esto ya nadie lo niega. El hombre tiene derecho a tener un destino propio, no estar determinado por la clase en que nació, ni por los conflictos de su infancia. El hombre y las cosas no son, sino que se van haciendo. El hombre no es, sino que va siendo. Las instituciones no son, sino que se van haciendo. Las clases, pese a todo el deseo de defenderse – en especial de las clases poderosas para no abandonar su poder- han mostrado su siendo: se hacen y se deshacen, se incorporan núcleos sociales a determinadas clases, y núcleos de determinadas clases sociales pierden su categoría y pasan a ser de otras.
- ¿Cuáles son los riesgos del psicoanálisis?
- La práctica del psicoanálisis entraña en sí un peligro. El peligro es que se transforme en un sistema de supuestos. No tenemos todavía un rigorismo científico para las ciencias del hombre, que nos permita estar seguros de un tratamiento objetivo de su drama. El hombre no es objeto ni puede ser sujeto de ninguna perspectiva objetiva. Pero, en el psicoanálisis, el riesgo que se corre es que se transforme en un sistema de explicaciones: que lo que le ocurre al hombre ahora es por lo que le ocurrió de niño. Más importante que lo que le pasó al hombre es ver qué hace con aquello que le pasó. Lo que él hace con su pasado. El drama del hombre es siempre un drama presente. Y precisamente, en el drama presente es que va a resolver su futuro.
- No es un arqueólogo de sí mismo…
- Claro. Fíjate que en un determinado momento el psicoanálisis se plantea como una investigación arqueológica, lo que rápidamente se abandonó. ¿Por qué? Porque el hombre no es historia, sino historicidad. No es un ser histórico, no es un hecho histórico, es mucho más, un siendo. Nosotros somos el niño que éramos antes. Pero el niño que éramos antes es un siempre presente. Nuestra niñez no es un documento histórico.
- ¿El hombre es entonces igual a sí mismo?
- Es un siendo, él, es él mismo, y crea en los demás una perspectiva de mismidad al punto que, cuando un sujeto hace algo inesperado en él, nosotros decimos que “no es el mismo”. Y lo más hermoso es que el concepto del ser, el concepto del ente, el concepto del siendo, permite ver que cada uno puede ser mucha cosa. Y puede serlo no solamente como apariencia, sino como transformación. No tenemos ningún certificado de que vamos a ser buenos para siempre o malos para siempre o tal cosa para siempre. No hay un para siempre. Y esto es lo que nos remite cariñosamente hacia el hombre, hacia su trato, hacia su comprensión hacia sus momentos de acierto y de desacierto. También hay límites. Porque no pensamos que sean un mero desacierto los tiempos de ignominia que vivimos. Pensamos que es algo mucho más grave que un desacierto. El límite es aquello que afecta al hombre en su naturaleza. La muerte no afecta al hombre en su naturaleza, y es lo siniestro aquello que tiene la intención de afectar al hombre en su naturaleza.
- Coordinar las actividades del psiquiatra con las del docente o con las del artista plástico, no debe ser tarea simple. ¿Cómo se ha ido dando eso en el recién nacido período democrático?
- En primer término el renacer, te diría juvenil, a la docencia. La docencia tiene gravitación tanto en la actividad asistencial como en el desarrollo de la personalidad del alumno. En este momento asistencia y docencia atentan contra mi actividad plástica. Me importa mucho hacer y enseñar a hacer cerámica, pintura, escultura, herrería, joyas. No es porque uno sea multifacético, como a veces me han dicho, no, no es que tengo muchas facetas, tengo una sola…
- Todo tejido con el mismo hilo…
- Es el mismo hilo, que teje y que tiñe, no solamente actividades profesionales, ahora diría no solamente actividades plásticas, sino también relaciones interpersonales.
- Hilandero…
- Es una linda definición… Es que en todos los campos es lo mismo. La actividad plástica es también una actividad transparente, del hombre al hombre. Hay algo que une mi ejercicio profesional y mi aventura plástica: la búsqueda de una transparencia, entendiendo por tal el sentir al otro como mi alteridad, a la vez que sentir a los otros en mí. El instrumento de esta transparencia es la comunicación plena y directa, de emoción a emoción.
-Yo no sé si esto es un reportaje…
- Yo no lo sé, tampoco… Es un diálogo, un diá-logo, una intercomunicación. Y en este momento pienso: es una intercomunicación no solo contigo, sino con todos.